Leonardo con su mamá.
¡Qué belleza!
Dos semanas después de haberse conocido personalmente, ambos están sintiéndose cómodos uno con el otro.
Y yo, de testigo de tal prodigio. Afortunada que soy.
Leonardo parece un duendecillo, sobre todo cuando le pone un gorrito con punta en nudo.
A dos semanas de salir de su bañera, intenta cambiar su piel; supongo que por otra resistente a la atmósfera más seca de aquí afuera, aunque eso es ligeramente inexacto. Siquiera que no le ocasiona ningún trabajo. Él sigue durmiendo, comiendo, llorando, viendo, viendo, viendo. ¿Qué mundo verá?
jueves, 30 de julio de 2009
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