Como le regalé un rastrillo, Leonardo me ayudó a barrer las hojas del eucalipto del jardín de atrás.
A pesar de haber comido bien, cuando vio un durazno quiso comerlo. Es otra de las frutas que le encantan, como a su papá.
Aprovechó una caja enorme para meterse en ella y esconderse. Le encanta jugar a Las escondidas.